George Stinney : La historia del niño ejecutado injustamente en EE.UU.
La historia está repleta de sucesos lamentables y que nos avergüenzan en la actualidad. La historia del pequeño George es una de ellas ya que fue condenado únicamente por ser un niño de color. Se trata de una historia que ha motivado diferentes novelas y películas incluidas la afamada La Milla Verde basada en la obra de Stephen King.
George Stinney es la persona más joven condenada a muerte en Estados Unidos. Tenía solo 14 años cuando fue ejecutado en una silla eléctrica en 1944.
Durante su juicio, hasta el día de su ejecución, siempre llevó una Biblia en sus manos, alegando su inocencia. Fue acusado de matar a dos niñas blancas, Betty June Binnicker de 11 y Mary Emma Thames de 7 años. Se trato de un crimen horrendo, no sólo por la edad de las niñas, sino porque sus cuerpos fueron encontrados en un escenario brutal y sangriento. Las cabezas de ambas niñas se encontraron con tremendas lesiones provocadas por golpes con un objeto aparentemente de grandes dimensiones.
¿El sospechoso? Sólo uno: George. Pero ¿Por qué? De acuerdo con Amie Ruffner, hermana del joven afroamericano, ella y su hermano se encontraban en un prado cuidando a la vaca de la familia, cuando de pronto el par de niñas se les acercaron para preguntarles dónde podían encontrar unas ciertas flores, los hermanos simplemente respondieron que no sabían, así que las dos pequeñas siguieron su camino. A esto se le sumaba el que los cuerpos de las pequeñas fueron encontrados cerca de la casa de George.
Este simple sencillo cruce de palabras fue la sentencia para George, pues junto con su hermana Amie se convirtieron en las últimas personas en ver con vida a las niñas.
Pocas horas después de este encuentro las niñas fueron halladas sin vida en una zanja; cada una con serias heridas en la cabeza hechas con una viga de madera, aunque algunos decían que era de metal, la cual y según expertos en criminalística, era lo suficientemente pesada (20 kg) para que un niño de le edad de George no sólo no pudiera cargarla, sino tampoco pudiera emplear la fuerza suficiente para provocar las fracturas que se encontraron en los cráneos de las niñas.
Cuando las autoridades de la época supieron que un niño de color había sido el último en hablar con las niñas no lo pensaron más. Inmediatamente detuvieron a George, sin avisar a sus padres ni proporcionarle un abogado, y le sometieron a un intenso interrogatorio.
El hecho de que no se informara a los padres y de que nadie más que los policías estuviesen con George en el interrogatorio, dio pie a que se pensara que la declaración del niño afroamericano no sólo había sido forzada, sino también manipulada de una forma bastante cruel. Se dice que le obligaron a admitir que había intentado violar a las dos niñas pero que, al no conseguirlo, procedió a cometer los asesinatos.
Cuando George “aceptó” su culpabilidad, fue encerrado para esperar su juicio celebrado el 24 de abril del mismo año, en el tribunal del Condado Clarendon.
Más que un juicio, todo pareció haber sido una simple “formalidad” y un espectáculo. El jurado seleccionado para el proceso sólo estaba conformado por 10 hombres blancos. Las acusaciones contra el niño sólo fueron palabras y declaraciones ya que no se presentó ninguna prueba física y ningún testigo que lo señalara directamente como el verdadero asesino. El juicio duró únicamente 2 horas y la sentencia se dictó tan solo 10 minutos después. A los padres del niño no se les permitió asistir a la sala del tribunal y tras el juicio fueron expulsados de esa ciudad.
Por desgracia las leyes de Carolina del Sur, en aquel entonces, juzgaban como adulto a toda persona mayor de 14 años, así que George fue sentenciado a la pena de muerte mediante la silla eléctrica; ejecución que se realizó la mañana del 16 de junio de 1944, menos de tres meses después del crimen en la Penitenciaría Estatal de Carolina del Sur, en Columbia.
Antes de la ejecución, George pasó 81 días en prisión en total aislamiento. Ni tan siquiera le permitieron ver a sus padres. Se le ejecutó solo sin la presencia de sus padres ni de un abogado. Finalmente fue electrocutado con 5.380 voltios en la cabeza.
Según los testigos la ejecución del niño fue tan cruel como la propia sentencia. Tuvieron que colocar libros, algunos comentan que hasta la propia biblia del niño que siempre llevó consigo, con tal de que el joven alcanzara la “estatura suficiente” para que su cabeza pudiera ser colocada entre los electrodos. Por si esto no fuera ya de por sí atroz, las mismas personas indicaron que la capucha que le pusieron era tan grande que ésta se desprendió de su cabeza por las enormes convulsiones que sufrió por las descargas eléctricas, dejando ver por momentos su rostro lleno de dolor y sus ojos inundados de lágrimas. Cuatro minutos después fue declarado muerto.
En 2014, 70 años después, una juez de Carolina del Sur finalmente demostró su inocencia. La juez Carmen Tevis Mullen, dictaminó que el joven Stinney no tuvo que haber sido condenado a muerte en aquella época, pues los elementos y las acusaciones que se presentaron en su contra no eran los suficientes para dictaminar una sentencia de este calado. Además, la barra con la que golpearon y mataron a las dos niñas pesaba más de 19,07 kilogramos. Por lo tanto, era imposible que el niño pudiera levantarla, y mucho menos golpear con la fuerza suficiente para matar él solo a las dos chicas.
No obstante, la juez recalcó que su decisión no significaba que haya declarado culpable o inocente al joven Stinney, sino simple y sencillamente dejó en claro que el juicio que se llevó a cabo en su contra no fue justo, pues inclusive dicho procedimiento legal ni siquiera tuvo porqué realizarse.
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