¿Cuando debo pedir ayuda a un psicólogo?
Cada vez hay más gente que acude al psicólogo, por diferentes razones, perdiendo el miedo tradicional que se ha tenido en nuestro país a estos profesionales. Es reseñable decir que en otros países es muy común acudir al psicólogo o terapeuta. De hecho es muy común y señal de prestigio social acudir frecuentemente al psicólogo en ciertos países anglosajones. En este post vamos a intentar responder a esas dudas que aún muchos tienen sobre el psicólogo.
1.- ¿si voy a un psicólogo significará que soy débil?
Visitar la consulta de un psicólogo significa que buscas ayuda profesional para resolver tus problemas o preocupaciones. Un psicólogo utiliza herramientas y técnicas, basadas en la evidencia científica, para resolver tus problemas. Un psicólogo es alguien que tiene la formación especializada necesaria para darte herramientas que te permitirán afrontar y solucionar estos problemas. Si te torcieras un tobillo, buscarías solución yendo al profesional adecuado: un médico. En nuestro campo, los psicólogos te diríamos cómo ponerte el vendaje para que aprendas a hacerlo tú mismo, para que si vuelve a pasarte tengas ya esa herramienta lista para usar sin depender de un profesional.
2.- No creo en la psicología, eso no sirve para nada.
La psicología es una ciencia. Al igual que la medicina y la biología. ¿Crees que después de comer haces la digestión? No es necesario que creas en ello, puesto que es un hecho científico.
En las últimas décadas la psicología a avanzado de una forma sorprendente, como ha ocurrido en otras muchas ciencias. En el saber popular sigue existiendo un conocimiento básico de la psicología que muchas veces hace referencia a sus inicios y que poco tiene que ver con la psicología actual.
3.- “…para eso hablo con algún amigo”
Los amigos y los psicólogos ayudamos de manera diferente. Un amigo aconseja y, como te quiere, es posible que no sea muy objetivo a la hora de darte ideas para solucionar tus problemas. Un psicólogo por el contrario, es un asesor externo, objetivo y temporal, que te enseña estrategias adecuadas para solucionarlo por ti mismo. El psicólogo no te dirá lo que tienes que hacer sino que te ayudará a tomar tus decisiones y te acompañara en aquello que decidas.
4.- Sé que estoy mal pero ya se me pasará”
¿Quién no ha escuchado eso de “El tiempo lo cura todo”? En realidad, el tiempo no tiene efecto terapéutico en sí mismo, por lo que no es el tiempo sino lo que hacemos con él lo que nos ayuda a superar las cosas. En psicología sabemos muy bien que cualquier intervención temprana es más rápida y eficaz que si dejamos que pase el tiempo. En muchos problemas relacionados con la psicología el paso del tiempo puede ocasionar un empeoramiento notable.
5.- ¡Yo no estoy loco!
El término difuso y generalmente despectivo “loco” suele usarse para denominar a personas que padecen ciertos trastornos mentales considerados graves. Etiquetándolos y apartándolos de lo socialmente aceptado: la “cordura”. Esta desinformación y falta de comprensión, provoca un estigma que arroja sobre ellos sentencias como el ser violentos o peligrosos , y por lo tanto, temibles.
Ir al psicólogo no quiere decir que hayas “perdido la cabeza”. La gente que acude a terapia psicológica lo hace por muchos motivos o causas que, si hiciéramos una lista de todas ellas, en algún momento de nuestra vida viviremos y sentiremos unas cuantas. De hecho, un pequeño porcentaje de las personas que acuden a consulta psicológica privada presenta un trastorno mental grave
¿Por qué va la gente al psicólogo?. Aquí te dejamos algunos ejemplos.
-Pensamos que la tristeza, la apatía y la falta de ilusión empiezan a agobiarnos y a emitirnos el siempre equivocado mensaje de que nuestras vidas carecen de sentido.
-¿Crees que estás perdiendo el control de lo que te pasa a diarios?
-El negro o el gris tiñen frecuentemente nuestros pensamientos y nos vemos incapaces de encontrar algo positivo en nuestras vivencias cotidianas.
-Todo a nuestro alrededor lo percibimos amenazante y nos sentimos solos, incomprendidos o desatendidos.
-Te sientes mal con tu cuerpo y eso daña mucho tu autoestima.
-Crees que eres demasiado tímido/a y eso daña mucho tu vida social.
Ha fallecido alguien cercano y no eres capaz de asumir su marcha.
-Empiezas a somatizar (tener dolores en el pecho, estómago, corazón u otras partes del cuerpo) o a tener ataques de ansiedad.
-Pensamos que la desgracia se ha cebado en nosotros y comenzamos a asumir que todo nos sale mal y que las cosas no van a cambiar.
- Te sientes incapaz para resolver situaciones graves de tu vida.
-Tienes pensamientos negativos, catastróficos u obsesivos.
-Sientes deseos de morir o sensación de que tu vida ya no tiene sentido.
-Has perdido el control de tus emociones: llantos, rabia, angustia…
-Últimamente te notas más agresivo/a y respondes de forma desmesurada a los demás.
-Estamos atenazados por miedos que nos impiden salir a la calle, relacionarnos con otras personas, permanecer en un sitio cerrado, hablar en público, viajar, etc.. Es decir, cuando el temor o la inseguridad nos impiden desarrollar nuestras habilidades y disfrutar de personas, animales y cosas que nos rodean.
-La obsesión por padecer graves enfermedades o contagiarnos de ellas nos lleva a conductas extrañas y repetitivas, de las que no podemos prescindir sin que su ausencia nos genere ansiedad.
-Nos sentimos "con los nervios rotos" y casi cualquier situación hace que perdamos el control y sólo sepamos responder con agresividad o con un llanto inconsolable.
-Nos damos cuenta de que fumar, beber o consumir cualquier otra droga, apostar..., se ha convertido en una adicción de la que no sabemos salir y que genera perjuicios importantes en nuestra vida o en la que de quienes nos rodean.
- El estrés empieza a mostrarse a través de sus síntomas psicosomáticos: insomnio, problemas digestivos, cardiovasculares, sexuales...
- Crees que todos están contra ti.
-Mi pareja y yo ya no estamos como antes. De cualquier cosa discutimos. Creo que he perdido la atracción por el/ella.
-Necesito tomar sustancias para sentirme bien o para pasar el día.
-La ansiedad es una constante diaria, que impide la estabilidad y serenidad necesarias para mantener un pensamiento positivo, una conducta tranquila y el goce de los pequeños placeres cotidianos.
-Los silencios, los desplantes o los gritos sustituyen al diálogo, y los problemas de comunicación enturbian nuestra relación con los demás.
-Las dificultades sexuales afloran y vivimos la angustia que causan la impotencia, la falta de deseo o de sensaciones eróticas y, sobre todo, la imposibilidad de gozo y comunicación con la persona destinataria de nuestro amor.
-Gasto demasiado dinero en juegos de azar pero es el único momento en el que me siento relajado y me olvido de mis problemas.
-Cada vez necesito tomar más pastillas para relajarme o dormir mejor.
-Te cuesta mucho conciliar el sueño y te levantas cansado/a. “Doy un montón de vueltas en la cama, no paro de pensar, no hay forma de coger el sueño…”
-No tengo ganas de salir de la cama, me siento triste y sin fuerzas para hacer nada.
-Me siento confuso/a con la gente. Prefiero quedarme en casa por miedo a no agradar a los demás. No sé como relacionarme sin “meter la pata”.
- Todos me dicen que bebo demasiado aunque yo creo que exageran.
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